Los nuevos tiempos del ECTS y el espacio europeo traen nuevos “aires” a la vida universitaria. Esta nueva metodología docente aboga por la evaluación continua y el control del progreso del alumno a lo largo del curso. Eso ya se estilaba en mi cole cuando hice la EGB, tampoco es que sea nada innovador.

Entre las cosas más curiosas que se están aplicando nos encontramos con la la obligación de asistir a clase. Se supone que es más fácil controlar los progresos de un alumno que asiste a clase, pero si tienes 100 alumnos, es bastante complicado a menos que el profesor haga algún tipo de examen o entrega de trabajos con cierta frecuencia. Pero si el progreso se detecta por esos exámenes ¿para que la obligación de asistir a clase? Basta que asistan a los exámenes y entreguen los trabajos (si quieren).

Controlar la asistencia tiene muchos inconvenientes:

  • El tiempo que se pierde en “pasar lista”.
  • La proliferación de alumnos que “van por compromiso” pero que claramente les gustaría estar en otra parte, concretamente en cualquier parte que no fuera el aula.
  • Los efectos que los alumnos del punto anterior tienen sobre los compañeros que van a clase porque quieren ir, no porque se les amenaza con un suspenso.
  • La imposibilidad de que un alumno “que va sobrao” pueda emplear su tiempo en algo más productivo que escuchar el tostonazo.
  • Dejar fuera a la gente que trabaja, que se pueden ir olvidando de hacer una carrera, por muy buenos que sean.
  • Mayores necesidades en infraestructuras: sillas, mesas, ordenadores…
  • Más profesores, si el número de alumnos excede el que se considera adecuado para un aula.
  • etc

El máximo exponente del control férreo de asistencia implica premiar la asistencia y se resume en una frase: “si vienes a clase, aprobado directo, sin examen ni evaluación de ningún tipo”. Ale machote, porque tú lo vales.

Innovación docente

Esto me lleva a enunciar un nuevo método de evaluación realmente innovador. Se puede resumir en algo como: “Si no vienes nunca a clase, aprobado directo. Solo un 5, eso sí”. Si se te ocurre aparecer por clase algún día, ya tienes que ir al examen, es lo que tiene.

Desde el punto de vista docente, evaluar positivamente la asistencia, sin hacer ningún tipo de control de conocimientos, no es distinto en absoluto a evaluar positivamente el absentismo. No hay ninguna prueba empírica que demuestre que un alumno que va a clase aprenda más que uno que no va. Y sin embargo, el absentismo tiene grandes ventajas, concretamente soluciona todos los inconvenientes del listado anterior, y algunas más:

  • Rebaja ostensiblemente el stress de alumnos y profesores.
  • Eleva el índice de aprobados al 100% (en el caso óptimo en el que nadie asista a clase), con el aumento en la calidad de la enseñanza que eso supone.
  • Más tiempo libre para todos.
  • Beneficios para el cambio climático. Ahorro en pilas para despertadores y en gasolina para los desplazamientos.
  • El profesor es un “tío enrollao”. Obtiene buenas calificaciones en las encuestas (bueno, eso no porque nadie las haría). Se podría mejorar el método, haciendo la encuesta al final de la clase de presentación de la asignatura, en cuyo caso el método descrito rozaría la perfección.
  • Ahorro brutal de costes en infraestructuras y personal.
  • etc


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